Trump arremete contra la inmigración y presume de la fortaleza de la economía en una intervención en clave electoral y con momentos de ‘show’ televisivo. La presidenta de la Cámara rasga los folios de su discurso
AMANDA MARS|Foto PATRICK SEMANSKY AP|El País|Washington 5 FEB 2020 – 04:18. La noche empezó de forma ruda. Donald Trump subió a la tribuna de la Cámara de Representantes para pronunciar el anual discurso del estado de la Unión, una de esas fechas clave de la agenda de un mandatario estadounidense, y negó el saludo a la presidenta de la Cámara y tercera autoridad de la nación, Nancy Pelosi. El republicano se dirigía al país en unas circunstancias excepcionales, a un día de recibir el veredicto —previsiblemente absolutorio— en el juicio político por el escándalo de Ucrania impulsado por los demócratas. Durante una hora y 18 minutos, el presidente hizo lo más parecido a un mitin de sello trumpista, presumiendo de la salud de la economía y arremetiendo contra la inmigración, con pinceladas de show televisivo.
Al terminar, Pelosi rompió los folios del discurso de Trump con evidente desprecio. Cuando la prensa le preguntó después por qué, la veterana política respondió: «Porque era algo cortés considerando la alternativa. Qué discurso tan sucio».
Y así es como esta cita solemne de la agenda del Capitolio se convirtió en una muestra del nivel de hostilidad en el que se encuentra la política estadounidense. Trump es el tercer presidente de la historia de Estados Unidos que se somete a un impeachment, pero el primero que lo hace mientras busca ser reelegido. El discurso del estado de la Unión marcó una suerte de inicio de su campaña electoral, si es que en algún momento ha dejado de estar en campaña, adicto como parece a los mítines y a las frases gruesas.
«Los años de decadencia económica han terminado. Los días en los que se aprovechaban de nuestro país, al que incluso otras naciones despreciaban, han quedado atrás», enfatizó. Reiteró su promesa de retirar las tropas de Irak y aseguró que en un año se habrán construido hasta 800 kilómetros del polémico muro en la frontera con México. Trump sacó pecho por la muerte del poderoso general iraní Qasem Soleimani mediante un ataque con drones. También acusó a las ciudades santuario de Estados Unidos (las que evitan perseguir a los inmigrantes irregulares que no están acusados de ningún delito) de favorecer la delincuencia y aprovechó para criticar las propuestas de los aspirantes demócratas a la Casa Blanca, acusándoles de pretender «dar la sanidad gratis» a los extranjeros sin papeles.
La tensión se podía cortar con las tijeras. Después de que Trump evitase estrecharle la mano, Pelosi presentó al mandatario sin ceremonias: “Miembros del Congreso, el presidente de Estados Unidos», dijo secamente, en lugar del habitual: «Miembros del Congreso, tengo el gran privilegio y especial honor de presentarles al presidente de Estados Unidos». Mientras Trump hablaba, Pelosi sonreía en ocasiones mientras negaba con la cabeza. La crispación ya se manifestó horas antes. Congresistas populares como la joven izquierdista Alexandria Ocasio-Cortez o Ayanna Pressley, miembros de ese cuarteto de nuevas legisladoras peleonas conocidas popularmente como el squad (el escuadrón), decidieron ausentarse de tan señalada cita en protesta por el «desprecio» del mandatario al Congreso.
Trump está acusado de abuso de poder a raíz del caso de Ucrania y obstrucción al Congreso por torpedear la investigación relacionada con ese presunto delito. El mandatario empezó a hablar sobre las nueve de la noche en Washington (tres de la madrugada del martes en la España peninsular). En menos de 24 horas, cerca de esa sala de plenos, la mayoría republicana de la Cámara alta tiene previsto reunirse para, previsiblemente, exonerarle, pese a que varios de los senadores de su propio partido han reprobado su gestión en lo referente a las acusaciones del impeachment. El presidente maniobró, directamente y también a través de intermediarios, para forzar a que la justicia ucrania anunciase investigaciones sobre sus rivales políticos demócratas, en especial el precandidato presidencial Joe Biden, y presuntamente llegó a utilizar la entrega de ayudas militares como moneda de cambio.
Presencia de Guaidó
La presencia de Juan Guaidó, invitado especial al acto, fue unos de los escasos momentos de tregua en el Capitolio. Trump le reconoció como «único presidente legítimo de Venezuela». Tanto Pelosi como el vicepresidente, Mike Pence, y buena parte de la Cámara se levantaron a aplaudirle.
«[Nicolás] Maduro es un dirigente ilegítimo, un tirano que trata con brutalidad a su pueblo. Pero su mandato de tiranía será aplastado», dijo el republicano. El reconocimiento generalizado supuso un importante espaldarazo al político venezolano en un momento de desgaste, cumplido ya más de un año desde que se juramentó presidente, pero sin que Maduro haya abandonado el poder.
Trump, el presidente que llegó a la Casa Blanca tras años de estrella de los reality en televisión, proporcionó momentos de puro entretenimiento televisivo. Como cuando sorprendió a la esposa y a los dos hijos de un militar con el regreso a casa de este, el sargento de primera Townsend Williams, después de siete meses en Afganistán. O cuando Melania Trump entregó de forma inesperada la medalla presidencial de la libertad al locutor de radio conservador Rush Limbaugh, enfermo de cáncer.
Cerca de esa sala de plenos, le espera este miércoles el veredicto final. La mayoría republicana del Senado le garantiza previsiblemente la absolución. Lo que no está claro, a siete meses de las elecciones presidenciales, es el efecto que este proceso puede tener en las urnas en las elecciones de noviembre. La buena marcha de la economía sostiene la popularidad del mandatario en niveles máximos (49%) y en las últimas semanas, ante sus bases, se ha colgado varias medallas en política exterior: la tregua comercial con China, la reforma del tratado con México y Canadá y la muerte de Soleimani.
Este martes por la noche se declaró autor de una suerte de resurrección estadounidense: «En tres escasos años, hemos hecho trizas la mentalidad decadente de América y el recorte de miras del destino de Estados Unidos». Los republicanos le ovacionaban y pedían un segundo mandato: «¡Cuatro años, más, cuatro años más!». Al terminar, Pelosi rasgó los papeles.